1977. Un avión comercial despega de Moscú con rumbo a
occidente. Entre el pasaje viaja un matrimonio de cierta edad y aspecto
convencional: son Morris Childs y su esposa Eva. Nadie más en el avión podría
sospecharlo, pero durante las últimas décadas han actuado como agentes de la
inteligencia norteamericana, obteniendo valiosa información del Kremlin y
transmitiéndola directamente a Washington. En cada uno de sus numerosísimos
viajes a Rusia se han jugado literalmente la vida: si los soviéticos hubiesen sospechado
los Childs eran espías, el matrimonio hubiese terminado ante el paredón. Como
les había ocurrido años atrás a otro matrimonio, los Rosenberg, que fueron
ejecutados en la silla eléctrica cuando el gobierno norteamericano descubrió
que estaban pasando información secreta al gobierno soviético. La profesión de
espía es muy arriesgada durante la Guerra Fría: ninguno de los dos bandos
perdona a los agentes dobles. Cuando el avión despega, Morris y Eva se cogen de
la mano con alivio: una vez más, han salido indemnes y regresan sanos y salvos
a casa. Es su septuagésimo séptima misión con éxito en la URSS.
Pero el avión aún no ha abandonado territorio soviético
cuando, sin previo aviso, se ladea y efectúa un giro extraño: parece una
maniobra para que el vuelo ponga de nuevo rumbo hacia Moscú. Los pasajeros,
lógicamente, están preocupados y comienzan a interrogar a las azafatas: ¿hay
algún problema técnico? ¿Ha surgido una avería? La tripulación del avión
responde que no, que no hay ninguna avería. Y entonces —siguen preguntando los
pasajeros— ¿por qué ha dado media vuelta el aparato? Las azafatas no saben qué
responder. Para tranquilizar a la gente, el piloto anuncia a través de la
megafonía de la cabina que efectivamente no hay avería ninguna, que el avión
está regresando a Moscú porque así lo han exigido las más altas autoridades… y
que dichas autoridades no han dado más explicaciones. El avión tiene que dar la
vuelta y ha de volver a tomar tierra en Moscú porque así ha sido ordenado
“desde arriba”. Eso es todo.
Morris y Eva Childs intercambian una mirada de terror; sólo
ellos pueden imaginar por qué se está obligando a regresar el aparato. Sólo
ellos saben que son el motivo de que el avión dé media vuelta. Sólo ellos saben
que son espías, y que no puede haber más que una explicación para semejante
maniobra: los rusos les han descubierto. Vuelven a agarrarse de la mano, esta
vez con más fuerza, mientras el avión enfila el morro hacia Moscú.